Antes de entrar en detalles, os presento a Irene, mi peque.
A punto de cumplir 22 meses, es una pequeñaja feliz y dicharachera que no para de hablar. Sí, con media lengua. Y sí, muchas veces no hay quien la entienda. Sin embargo, es fascinante ver cómo su cerebro trabaja a pleno rendimiento y cada día dice algo nuevo.
Ayer por la noche, después de darle la cena, nos aposentamos en el suelo de la cocina para ver un catálogo de juguetes, su diversión favorita de los últimos días. Disfruta viendo las páginas llenas de "cosas" y nombrando aquellas que reconoce. "Pu" es Winnie the Pooh. "Ratón" es Mickey Mouse. "Ñeca" son las muñecas de tipo escultural, muñecas bebés o los muñecos ahora denominados "figuras de acción", así que la función de estructuración de la información la tiene bien desarrollada.
Al poco me levanté para poner nuestra cena a calentar, recibí una llamada. "Mamá a sotar a suelo" decía Irene insistentemente. "Sotar" significa "sentar" en su particular lengua de trapo. Como a la tercera vez no le hice caso, empezó a alargar la frase con palabras ininteligibles (el hecho de que estuviera intentando mantener una conversación con su abuela hizo que, quizá, no prestara la suficiente atención para ver si entendía alguno de sus balbuceos) y, mirándome fijamente, señalaba uno de los baldosines diciendo "Mamá aquí a sotar". No pude hacer otra cosa que decirle a mi madre que hablábamos más tarde, sentame donde me decía y darle un abrazo.
Qué cosas tan sencillas me hacen feliz...
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