En este caso, tanto los nombres de los personajes como sus identidades zoológicas fueron idea de Irene. Se la trae con los nombres, en este caso no tanto, pero en el siguiente ya veréis, ya.
Este cuento surgió hoy durante el baño. Enjoy!
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Había una vez un ratoncito pequeño, pequeño, lindo y gentil que se llamaba Ranitín. Tenía todo lo que un ratoncillo podría querer: una mamá cariñosa, una madriguera confortable y cálida... pero no era feliz. Porque, como era tan pequeño, hasta los gatos se reían de él. Renitín, harto de las mofas de sus congéneres y de sus cazadores, decidió irse a vivir solo en un sitio apartado y tranquilo.
Cierto día, mientras jugaba con sus palas y cubo, vio a lo lejos un gato pequeñajo, algo escuálido, y desgarbado, que paseaba con la cabeza gacha por los alrededores de su madriguera. Intentó esconderse, pero el gato le vió por el rabillo del ojo y se acercó al trote.
Este gato, algo cochambroso, se llamaba Micifú. Era tan bueno y generoso como feucho y despeinado, y los gatos de su manada le hacían burla porque no era capaz ni de cazar caracoles. Lo que más le gustaba a Micifú era hacer nuevos amigos, algo que no ocurría amenudo porque ya se sabe que los gatos son "muy suyos" y el aspecto desaliñado de Micifú no les agradaba.
Al final, Renitín no consiguió esconderse en su madriguera antes de que llegase el gato.
-Hola, ratoncito, me llamo Micifú, dijo con una gran sonrisa.
Renitín, con cierto recelo, le respondió.
- Hola... Yo me me llamo Renitín.
- ¿Qué haces tan solo en este parque? Por aquí no suelen venir muchos ratones.
- Por eso me gusta. Tampoco lo frecuentan muchos los gatos...
- Bueno, esa es la razón por la que he venido por aquí. Digamos que no me llevo muy bien con mis congéneres, dijo Micifú con amargura.
- ¡Qué me vas a contar!, -respondió Renitín. "De mi se ríen todos, ratones, gatos y perros. Como soy tan pequeñajo, no valgo ni para que me den un bocado. Así que como estoy harto de que se burlen de mi, me he venido a vivir aquí solo. Al menos no tengo que aguantar tonterías", añadió Renitín, cabizbajo y tristón.
- No te preocupes, Renitín, a mi ni me pareces pequeñajo ni insignificante,- dijo Micifú - pero no tengas miedo, no quiero comerte. No podría comer ni a una hormiga. Me daría mucha pena. Pero sí me gustaría ser tu amigo, si quieres...
Renitín se quedó mirando al gatucho, y poco a poco una gran sonrisa de bigote a bigote le iluminó la cara. En el fondo se sentía muy solo, y tener un amigo que le visitara de vez en cuando le apetecía mucho.
Así se lo dijo a Micifú, y desde ese día, todas las tardes, los dos juegan juntos con el cubo y las palas, hacen castillos y animales, y de vez en cuando van a ver a la mamá de Renitín, que les hace chocolate y galletas.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Pues yo creía que le cuento anterior (el siguiente en la lista, ¡así son las cosas!) ya lo había leído; pero no era así.
ResponderEliminarSe lo contaré a Tigrín,a Pintas y a Calcetines. Tal vez se hagan amigos de las musarañitas (ya llevan 3, topines (2) y ratoncitos (?*) de la finca.
* Se confunden las víctimas propias y las de la ratonera del bis que acaban arrojadas al campo.