Este segundo cuento siguió al anterior, después del baño y mientras la secaba y vestía. Hoy la chica estaba sembrada.
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Esta es la historia de un gato y un caracol.
Un gato tan grande que hasta los perros salían huyendo cuando le veían, con esas garras tan enormes.
Y un caracol de carreras, osado y veloz, ¡el más rápido del mundo entero!
Al gato se le conocían por Chulicero, un nombre larguísimo y feo para un gato tremendo.
El caracol no tenía nombre, pero sus seguidores en las carreras le llamaban Lametón, por el rastro baboso que dejaba en la tierra a su vertiginoso paso.
Como os podréis suponer, Chulicero estaba triste. Todo el mundo se asustaba al verle, incluso los que le conocían, y eso que era un gato con buen corazón. Al principio se enfadaba mucho, pero eso acrecentaba su fama, así que según pasó el tiempo Chulicero caminaba más encorvado, con los hombros hundidos y la mirada gacha, y con el ánimo en los pies.
Un día que paseaba por un camino tranquilo que bordeaba un río, se cruzó con un caracol. El caracol iba despacio, despacio, como todos los caracoles. Tenía la concha de vivos colores, y eso fue lo que atrajo su atención. Levantó la pata e intentó rozarlo suavemente (sin garras, desde luego) pero de repente el caracol hizo un quiebro y se apartó de su mano. De hecho, el caracol se le encaró y con cara de pocos amigos le espetó: "¿Qué te piensas que estás haciendo?"
Chulicero se quedó de piedra. ¡Un caracol que corría y que encima le plantaba cara! ¡Algo jamás visto!
"¿Pero es que no sabes con quién estás tratando?". continuó el caracol. "Soy el caracol más rápido del mundo, ¡ni te atrevas a tocarme con tus sucias pezuñas!". Chulicero no pudo evitarlo, después de la sorpresa inicial le sentó fatal que el caracol se enfadara con él, y se le escapó una lágrima que le resbaló hasta el hocico.
Lametón, el caracol, al ver a un gato tan grandote llorando, se ablandó al instante: "Hombre, no es para tanto, entiendo que tus patas están sucias porque las usas para andar por este camino". En el fondo, Lametón era un buen tipo, aunque tuviese malas pulgas. Y no soportaba que nadie llorase.
A Chulicero cada vez le caían más lagrimones. Así que Lametón, ni corto ni perezoso, se subió por su pata. A Chulicero le hacía cosquillas, pero como estaba tan triste, ni siquiera le hizo gracia. Lametón siguió subiendo por la tripa, llegó hasta el cuello, subió hasta la oreja y le dio un sonoro beso en la cabeza.
Esto sí que consiguió que Chulicereo dejara de llorar, por lo sorprendente de que un caracol hubiera conseguido subir tan rápido hasta sus orejas, y porque le hubiera dado ¡un beso! Con mucho cuidado, Chulicero cogió a Lametón en una de sus patas y se lo puso delante para poder verlo bien.
- Siento haberte asustado al intentar darte con la pata- dijo Chulicero - no pretendía hacerte daño.
- Y yo siento haber sido tan grosero, y haberte hecho llorar.
- No ha sido culpa tuya,- respondió Chulicero - simplemente has sido la gota que colmó el vaso. Estoy triste, nadie quiere estar conmigo, a todos les asusto, y me siento muy solo.
- Pues eso tiene fácil arreglo. A mi no me asustas, y se me ocurre algo que podríamos hacer juntos. ¿Qué te parece si echamos una carrera?
Chulicero pensó que sería pan comido, y aceptó el reto. Pero ¿que creéis que pasó? Que Lametón le ganó, por poco, es verdad, pero ganó. A Chulicero le hizo mucha gracia, y le pidió la rebancha. Y esta vez ganó Chulicero, pero porque se esforzó muchísimo y llegó casi sin aliento.
Entre risas y jadeos, Chulicero y Lametón se sentaron junto a un arbol a descansar. Y desde ese día son amigos, y Chulicero ya no está triste. Porque sabe que igual que ha encontrado a este amigo encontrará a muchos.
Y Lametón también está contento. Aunque un poco frustrado. Sigue siendo el caracol más rápido del mundo... ¡pero ahora tiene que correr más rápido que Chulicero!
Y colorín colorado!
martes, 28 de octubre de 2008
Renitín y Micifú
En este caso, tanto los nombres de los personajes como sus identidades zoológicas fueron idea de Irene. Se la trae con los nombres, en este caso no tanto, pero en el siguiente ya veréis, ya.
Este cuento surgió hoy durante el baño. Enjoy!
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Había una vez un ratoncito pequeño, pequeño, lindo y gentil que se llamaba Ranitín. Tenía todo lo que un ratoncillo podría querer: una mamá cariñosa, una madriguera confortable y cálida... pero no era feliz. Porque, como era tan pequeño, hasta los gatos se reían de él. Renitín, harto de las mofas de sus congéneres y de sus cazadores, decidió irse a vivir solo en un sitio apartado y tranquilo.
Cierto día, mientras jugaba con sus palas y cubo, vio a lo lejos un gato pequeñajo, algo escuálido, y desgarbado, que paseaba con la cabeza gacha por los alrededores de su madriguera. Intentó esconderse, pero el gato le vió por el rabillo del ojo y se acercó al trote.
Este gato, algo cochambroso, se llamaba Micifú. Era tan bueno y generoso como feucho y despeinado, y los gatos de su manada le hacían burla porque no era capaz ni de cazar caracoles. Lo que más le gustaba a Micifú era hacer nuevos amigos, algo que no ocurría amenudo porque ya se sabe que los gatos son "muy suyos" y el aspecto desaliñado de Micifú no les agradaba.
Al final, Renitín no consiguió esconderse en su madriguera antes de que llegase el gato.
-Hola, ratoncito, me llamo Micifú, dijo con una gran sonrisa.
Renitín, con cierto recelo, le respondió.
- Hola... Yo me me llamo Renitín.
- ¿Qué haces tan solo en este parque? Por aquí no suelen venir muchos ratones.
- Por eso me gusta. Tampoco lo frecuentan muchos los gatos...
- Bueno, esa es la razón por la que he venido por aquí. Digamos que no me llevo muy bien con mis congéneres, dijo Micifú con amargura.
- ¡Qué me vas a contar!, -respondió Renitín. "De mi se ríen todos, ratones, gatos y perros. Como soy tan pequeñajo, no valgo ni para que me den un bocado. Así que como estoy harto de que se burlen de mi, me he venido a vivir aquí solo. Al menos no tengo que aguantar tonterías", añadió Renitín, cabizbajo y tristón.
- No te preocupes, Renitín, a mi ni me pareces pequeñajo ni insignificante,- dijo Micifú - pero no tengas miedo, no quiero comerte. No podría comer ni a una hormiga. Me daría mucha pena. Pero sí me gustaría ser tu amigo, si quieres...
Renitín se quedó mirando al gatucho, y poco a poco una gran sonrisa de bigote a bigote le iluminó la cara. En el fondo se sentía muy solo, y tener un amigo que le visitara de vez en cuando le apetecía mucho.
Así se lo dijo a Micifú, y desde ese día, todas las tardes, los dos juegan juntos con el cubo y las palas, hacen castillos y animales, y de vez en cuando van a ver a la mamá de Renitín, que les hace chocolate y galletas.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Este cuento surgió hoy durante el baño. Enjoy!
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Había una vez un ratoncito pequeño, pequeño, lindo y gentil que se llamaba Ranitín. Tenía todo lo que un ratoncillo podría querer: una mamá cariñosa, una madriguera confortable y cálida... pero no era feliz. Porque, como era tan pequeño, hasta los gatos se reían de él. Renitín, harto de las mofas de sus congéneres y de sus cazadores, decidió irse a vivir solo en un sitio apartado y tranquilo.
Cierto día, mientras jugaba con sus palas y cubo, vio a lo lejos un gato pequeñajo, algo escuálido, y desgarbado, que paseaba con la cabeza gacha por los alrededores de su madriguera. Intentó esconderse, pero el gato le vió por el rabillo del ojo y se acercó al trote.
Este gato, algo cochambroso, se llamaba Micifú. Era tan bueno y generoso como feucho y despeinado, y los gatos de su manada le hacían burla porque no era capaz ni de cazar caracoles. Lo que más le gustaba a Micifú era hacer nuevos amigos, algo que no ocurría amenudo porque ya se sabe que los gatos son "muy suyos" y el aspecto desaliñado de Micifú no les agradaba.
Al final, Renitín no consiguió esconderse en su madriguera antes de que llegase el gato.
-Hola, ratoncito, me llamo Micifú, dijo con una gran sonrisa.
Renitín, con cierto recelo, le respondió.
- Hola... Yo me me llamo Renitín.
- ¿Qué haces tan solo en este parque? Por aquí no suelen venir muchos ratones.
- Por eso me gusta. Tampoco lo frecuentan muchos los gatos...
- Bueno, esa es la razón por la que he venido por aquí. Digamos que no me llevo muy bien con mis congéneres, dijo Micifú con amargura.
- ¡Qué me vas a contar!, -respondió Renitín. "De mi se ríen todos, ratones, gatos y perros. Como soy tan pequeñajo, no valgo ni para que me den un bocado. Así que como estoy harto de que se burlen de mi, me he venido a vivir aquí solo. Al menos no tengo que aguantar tonterías", añadió Renitín, cabizbajo y tristón.
- No te preocupes, Renitín, a mi ni me pareces pequeñajo ni insignificante,- dijo Micifú - pero no tengas miedo, no quiero comerte. No podría comer ni a una hormiga. Me daría mucha pena. Pero sí me gustaría ser tu amigo, si quieres...
Renitín se quedó mirando al gatucho, y poco a poco una gran sonrisa de bigote a bigote le iluminó la cara. En el fondo se sentía muy solo, y tener un amigo que le visitara de vez en cuando le apetecía mucho.
Así se lo dijo a Micifú, y desde ese día, todas las tardes, los dos juegan juntos con el cubo y las palas, hacen castillos y animales, y de vez en cuando van a ver a la mamá de Renitín, que les hace chocolate y galletas.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
jueves, 16 de octubre de 2008
¿Quién será más cría?
Estas cosas me pasan porque soy un poco gansa. Hace unas semanas, Irene llegó del colegio diciendo que era un "papá león" y que quería disfrazarse de león junto con Gonzalo y Marcos y Marquito (literalmente). Ni corta ni perezosa, intenté pintarle la cara con mis "pinturitas", con resultados poco favorecedores.
Así que un día me pasé por "Fiestas Cerrada" y compré un mini-kit de maquillaje de teatro, de ese untuoso y con bastante buena cobertura, lápices pequeños, apenas 5 cm, y 6 colores. Con ese tuve bastante éxito, y hay por ahí fotos (de móvil, una lástima, alguna tendré que intentar subir) porque una de las veces me quedó bastante bien (modestia aparte).
El caso es que este lunes Irene se empeñó en que le volviera a pintar de papá león, pero en el patio. Como estaba por allí Diego, uno de nuestros vecinos de corta edad, también le pintamos a él. Y se lo pasaron fenomenal. No hay registro gráfico ni sonoro del evento, pero los rugidos se oían al otro lado de la plaza :-)
Hoy, volvió a pedirme lo mismo. Pero hoy estaban abajo prácticamente todos los demás pequeñajos, y hubo peticiones de toooodos ellos. Adjunto fotos del evento, y admito que quizás me lo pasara yo mejor que ellos, que siempre me ha encandao dibujar. También confieso que me tuve que "evadir" de algunas de las peticiones porque, sinceramente, no tenía ni idea de cómo hacerlas: alacrán, babosa, águila culebrera... ¿cómo se les ocurrirán estas cosas a niños de menos de 6 años?
¡¡¡Pero qué ricos que son!!!!
lunes, 13 de octubre de 2008
Más fotos de la boda
Pongo una "pequeña" selección de fotos de la familia...
Tía Ángela (la madrina) y primo Santi (el novio)
Carmina, Tío Antonio, Miguelín, moi même e Irene
La tía Ángela, hecha una modelo
Marta y la menda lerenda
The Vargas-Simón Family
Los novios, Coro y Santi
Primo Nacho, prima Alicia y "retoño" Celia, ¡más maja que tó!
Tío Antonio, Papá, Carmina, Nacho, Juanma y Celia
Tía Marifé y Tía Angela
The Vargas sisters having fun
Primo "Miguelín" :-)
La mesa de los hermanos de la madrina y del padre del novio
Nacho y Celia... ¿cucu - tá?
Jugando con el pelo de Celia
Papá
Javi, mi ahijado
Los novios bailando una canción de Richard Cocciante
Acaramelados
Viernes de boda
El viernes 10 de Octubre se casó Santi, mi primo, con Coro, una chica majísima y que no conocía, y que resultó ser compañera de gimnasio de mi hermana Carmina (que tampoco la conocía, vamos toda una casualidad y toda una risa cuando la vio entrar en la iglesia).
Al final de la ceremonia, leyeron un extracto de El Profeta, de Yibrán Jalil Yibrán, que me conmovió. Aquí lo tenéis (la traducción no es exactamente la misma que leyeron, pero es bastante parecida):
"Nacisteis juntos y juntos para siempre. Estaréis juntos cuando las alas blancas de la muerte esparzan vuestros días.
Sí; estaréis juntos aun en la memoria silenciosa de Dios. Pero dejad que haya espacios en vuestra cercanía. Y dejad que los vientos del cielo dancen entre vosotros. Amaos el uno al otro, pero no hagáis del amor una atadura. Que sea, más bien, un mar movible entre las costas de vuestras almas.
Llenaos uno al otro vuestras copas, pero no bebáis de una sola copa. Daos el uno al otro de vuestro pan, pero no comáis del mismo trozo. Cantad y bailad juntos y estad alegres, pero que cada uno de vosotros sea independiente.
Las cuerdas de un laúd están solas, aunque tiemblen con la misma música.
Dad vuestro corazón, pero no para que vuestro compañero lo tenga. Porque sólo la mano de la Vida puede contener los corazones.
Y estad juntos, pero no demasiado juntos. Porque los pilares del templo están aparte. Y, ni el roble crece bajo la sombra del ciprés ni el ciprés bajo la del roble."
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