jueves, 24 de julio de 2008
El Madrid del siglo de Oro
El fin de semana pasado hicimos una corta ruta, llamada "El Madrid de Alatriste", por el centro de Madrid. Se trataba de visitar algunos de los edificios o calles más representativos del Madrid del siglo de Oro, bajo el reinado de Felipe IV, utilizando como excusa el primer libro de Pérez-Reverte sobre el personaje del Capitál Alatriste.
Empezamos en los jardines de la Plaza de Oriente, junto a la estatua ecuestre de Felipe IV, y seguimos hacia el convento de la Encarnación, la plaza de Isabel II, la iglesia de San Ginés en la calle del Arenal, la Plaza Mayor y la Plaza de la Provincia, donde acababa la ruta, junto a la Cárcel de Corte.
Me resultó muy interesante, los que me conocéis ya sabéis que mi interés por la Historia existe, pero mis conocimientos (o quizás sea mi memoria) sobre los eventos es muy limitado. A Irene (que sí, nos acompañó, como podéis ver en la foto) no le disgustó tampoco, y aguantó MUCHO mejor de lo que yo esperaba.
En el convento de la Encarnación (donde nos hablaron de los jóvenes que se dedicaban a cortejar a las monjas, de la "bazofia" que daban en los conventos a los menesterosos, y otras cosas de la época) decidió que tenía hambre. Así que tuvimos que improvisar un "aperitivo" de palomitas y chupachups (de vez en cuando hay que dejarle escoger a ella :-) ). Acabamos la visita reponiendo líquido en Casa Ciríaco, un sitio de la calle Mayor que aunque no creo que lleve allí desde tiempos de Felipe IV sí debe llevar una centena de años abierto. Las cañas, los tintos de verano y las "fantas" de naranja entraron como por ósmosis, acompañadas de unas empanadillas (en la foto) que no se las saltaba un gitano. Vamos, que nos lo pasamos bien, aprendimos algo nuevo sobre Madrid (como que antes no había cementerios y enterraban a la gente alrededor de las iglesias, que lo de "agua va" servía para avisar a los viandantes de que se iba a tirar desde la ventana cualquier tipo de basura, incluidas aguas mayores y menores) y descubrimos que uno de nuestros sitios de referencia para tomar un helado (en la calle Toledo) ha sido cerrado para dar paso a un bar más. En fin, el tiempo pasa y las cosas cambian.
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Sin movernos del siglo de oro, hay un verso muy famoso de Quevedo criticando el vino de una de las tabernas de la época:
ResponderEliminar"Agua va, que va vino"